CE Europa 1-0 UE Sants (J.35)

Data: 01/04/2019 08:39

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CE Europa 1-0 UE Sants (J.35)

"¡Cuán tedioso es un cuento contado de nuevo!", dijo algún día Homero, fatigado. Y que razón llevaba. Si existe gente cansada de ganar, "cuán tedioso" es salir derrotado una y otra vez. O aún peor, hacerlo de manera injusta. A veces por azar, otras veces no tanto. Morir poco a poco mientras una secuencia dolorosa se repite delante de nuestras narices. Y no poder hacer nada más que morir.

Siguiendo con el paralelismo entre el Sants y la obra de Homero, parece que las dos grandes obras del autor clásico, la Ilíada y la Odisea, estén protagonizadas por el conjunto blanquiverde. La primera, que cuenta la terrible y prolongada resistencia de los troyanos ante los continuados ataques de un ejército mayor y más poderoso, explica el día a día del Sants. En la segunda, un eterno viaje de vuelta a casa en el que Ulises y los suyos tienen que hacer frente a lotófagos, cíclopes, sirenas, o lestrígones, se describe la lucha por la permanencia.

El domingo, en el tercer de cuatro derbis, tocaba visitar el Nou Sardenya, feudo del Europa. Verde el césped, blancas las líneas, plano el suelo, pero especial el estadio, sin duda. El ambiente era festivo, más de domingo que de vísperas del lunes. Arriba, el sol y las nubes se disputaban la posesión. En el once del Sants repetía Borrull, esta vez al lado del "Sheriff". Brian comandaba una línea de tres centrales. Aleix y Gaudioso, de '6' y de '8'.

Tardó poco en avisar el Europa, obligando a Fabre a salvar un balón que llegó a estar muy cerca de la red. Los locales poseían el balón pero no sabían que hacer con él. Primero construían lentamente, después se cansaban, y acababan por tirar abajo su edificio para volver desde el principio. El Sants, compacto y ordenado cuando no tenía el balón, abría las alas cual mariposa cuando lo robaba. No había expectativas para ellos, que entregaban el guión al Europa para después tachar ?a traición? cada una de las frases escritas. Cómodo el Sants e incómodo el Europa.

Las sensaciones eran cuantitativas para el Europa y cualitativas para el Sants. El ambiente seguía siendo festivo, de domingo. Los blanquiverdes jugaban con lo ancho del campo, moviendo el balón con criterio, siendo verticales cuando la situación se lo pedía. En esas Crivi, acostumbrado a usar su lengua de camaleón para primero lamer el esférico y después llevarlo enganchado, escupió un pase filtrado ?que rompió todas las líneas defensivas del mundo? hacia Aleix. Solo frente al meta, este controló girando sobre su cuerpo y disparó al muñeco. Se lamentó más Crivi que Aleix, acostumbrado a otras tareas.

Unos minutos después, y en plena vorágine blanquiverde, llegó una jugada que pudo haber cambiado el rumbo del partido. En un saque de banda visitante de apariencia estéril, Aleix se ofrecía en las inmediaciones del área rival cuando cayó trastabillado tras un claro contacto. El árbitro, que andaba cerca, omitió la acción con torpeza.

No me gusta hablar ?y menos escribir? sobre los árbitros. En este tema, las opiniones me parecen sesgadas, huecas, y poco reflexivas. Además, me considero incapaz de narrar con épica (darle un enfoque literario a) las decisiones arbitrales. Sin embargo, no puedo posponer el hablar de mi desconcierto. Son muchas crónicas y muchos los errores que dilapidan el trabajo de los de Tito Lossio. Soy consciente de que el Sants es uno de los equipos más duros de la categoría. No creo que me cieguen los colores. Al principio pensé que sería una mala racha, pero ahora es una tónica en muchos de los colegiados. Y yo, del Barça de toda la vida, entiendo ahora la desprotección de los pequeños. Porque cuando según quien defeca, el olor siempre acaba llegando. (Las crónicas seguirán pasando por encima del árbitro salvo en situaciones como esta, que quede claro).

Vamos, que el árbitro no pitó penalti. El partido se calentó a partir de dicha acción. Las interrupciones pasaron a ser una constante. El ambiente no era ya tan festivo; el lunes acechaba. Llegó el descanso y los jugadores descansaron. Pasaron quince minutos y volvieron a salir al verde. Salió Suma por Picolo y el Sants pasó a jugar con cuatro defensas. Me perdí un par de minutos al comienzo de la segunda parte. Estaba embobado mirando el exterior de la bota de Aleix. Ese exterior va a cambiar la historia. Si yo fuese Aleix, cogería los cubiertos, firmaría los contratos, o agarraría las copas con él.

Seguía la buena dinámica del Sants, que dominaba el espacio-tiempo, encontraba el hombre libre, y desgarraba los tejidos locales con frecuencia. El Europa, falto de estructuras ofensivas, garabateaba acciones individuales para alcanzar el gol. No se pudieron sentir a gusto en ningún momento los locales, portadores de rostros largos y cansados. También ganaba los choques el Sants, pletórico por momentos, pero fallón. Brian completaba una colosal actuación, desquiciando a los atacantes rivales. El tico cuerpeaba, las ganaba por arriba, o aguantaba para segar en el momento justo. A su lado, Cura conducía contraataques como si no hubiera un mañana. Y ambos con veinte años. Casi nada.

Me estaba pareciendo uno de los partidos más completos del Sants, pero seguía 0-0. El Europa aguantaba en el partido, sabiendo hacer de equipo grande. Pasaban los minutos y faltaban los goles. La temperatura del encuentro subía y el termómetro ya indicaba fiebre cuando Yamandú salvó al Sants tras una buena contra local. El intercambio de golpes final no obedecía ningún patrón. Se lo podía llevar cualquiera.

Llegado el minuto noventa, el Sants revisaba su historial. No pocas derrotas habían llegado en el añadido. Blanco y en botella. Avanzó el Europa por la derecha, hubo un centro que no fue a nadie, y también hubo una caída. Penalti. En el momento pensé que lo era, como también pensé un día que los reyes magos venían de Oriente. Cosas del directo, porque cada vez que lo veo me lo parece menos. Ahora mismo me parece un escándalo que se pite semejante penalti en semejante situación. Me parece hasta falta en ataque.


Cogió el balón Alfons Serra, talentoso enganche local, y marcó el 1-0. La ejecución fue limpia, respetuosa. Las gradas del Nou Sardenya botaban de alegría y el Sants, una vez más, volvía a perder el tren. La tensión vivida durante el encuentro resultó ser alegría de domingo para unos y dolor de lunes para los otros. Después los primeros consolaron a los segundos, incapaces de rendirse.